jueves, 11 de agosto de 2011

Carmen Teresa Garcés Castro

CANCIÓN DE LA TRISTEZA
Tomé la tristeza
con ira de vencidos
para hacerle pagar
mis noches en vela:
la golpee con risotadas,
con palos,
a mordiscos de colores,
pero ella inmune seguía moviendo su cabeza mar,
enfurecida entonces,
la bebí hasta las lágrimas
y casi todas las noches
canta entre mis venas.


DESCONOCIDO

Olvidó su voz en la noche escindida.
Parte del ayer no lo recuerda
la otra parte no lo quiere recordar.

Su noche es dolorosa y lenta en la oscuridad del mundo:
se ha vivido tantas veces y aún no se conoce,
va tras la última lagrima y no sabe en qué lugar quedó
tras la última risa pero ya no reconoce sus colores,
vagan sombras en su destierro
y no lo acompañan.

De tanto intentar la risa
duele en otros labios
sigue su camino, el mismo del peregrino
sucio de fango.

Abrazado en su propia carne
se busca todavía;
aun no se conoce.

Carmen Teresa Garcés Castro.

De: Ruth Rosmary Cuesta

ENTRE TANTO
Este cansancio de días pares e impares
este ver pasar de largo la vida
igual que una adolescente desgarbada,
con su falda corta enseñándolo casi todo;
camina y camina dando zancadas largas
agitando los cabellos sobresalientes de su moña floja
y ni a percatarse se da.

Entre tanto esta pasión
con su rostro lánguido,
su cuerpo flaco, etéreo
se eleva invocando conjuros
que jamás se cumplen
unas veces cansada, otras veces enérgica
bígama del tiempo.

Entre tanto
esta máscara de látex
con la mentira colgando de un diente
se pliega y se extiende ciñéndose al viento
que es como una risa estruendosa;
ciñéndose al tiempo
que es como una lágrima capaz de llevárselo todo.



Enorme como el mar
cabes justo en la extensión de mi desierto


Los poemas de Willy Albornoz

SERIE: Mitologías de las tierras del banano

Mata efímera de la tierra del comienzo
Andadora de esta geografía triste
Presencia sin memoria, testigo de la muerte.
Madre solitaria, un único hijo, mil hermanos
Cosmopolita, desarraigada y silenciosa
Amamantan tus amantes y cuidadores las cantinas
Tu verde de belleza, traedor de divisa es huidizo
Vas cercando pueblos, cambiando geografías de la imaginación y la esperanza
Mata de sangre blanca, tu olvidado vástago y efímera flor se han quedado
Tus hijos nunca volverán.
Mata caminante, te pierdes en el verde mar que te repite
Enciendes la emoción de los que llegan
En los que tras muchas lunas te miramos, traes dolor.

Willy Albornoz

JUANITA
Nalgas que sacuden el mundo
Espejo de la tersura de las monótonas mañanas
Fémina salvaje que rugía por un piropo
Humeantes vapores, casi hogareños, casi mágicos, ausentes de tu cocina
Voy de finca en finca, buscándote juanita
Dulce y feroz adobadora de almas
Guiza del placer y de la ausencia
Tu recuerdo acecha mientras la garrucha zumba
Doce racimos tras de mí, saben que como tú se irán para siempre
Como un día, lejano y doloroso, te fuiste
Los deseantes que odie tantas veces en tu ir y venir del sitio de la alquimia
Me animan a vivir sin tu presencia
Juana, Juana, Juana, Chilapa peligrosa, pero dulce
La plantación siempre será tu casa
Ya no voy al casino
Te recuerdo en medio de las móviles matas
No hay lágrimas para ti
Solo suspiros y un inventario de recuerdos lúbricos
Como una vez dijiste, es mejor llorar de felicidad
Como lo hicimos juntos tantas veces.

Willy Albornoz
Taller de Escritores Urabá Escribe
Corporación Leer y Escribir.
Excelente jornada donde tallaríamos varios poemas de los integrantes del Taller. Aquí, una muestra.
Biblioteca Pública Municipal de Apartadó Federico García Lorca.

TALENTO JUVENIL

COORDINADOR

Cae la madrugada y llega el amanecer en compañía de un poco de lluvia, pero, no importaba, era tiempo de partir rumbo a mí amado colegio. Al llegar y entrar por la puerta principal. Allí estaba erguido y algo imponente, con un tono mando y a la vez un poco coqueto me dice:

---Buenos días---

Respondí a su saludo y continúe mi camino, llegue al salón de clase, me senté y observe, algo raro pasaba, no me explicaba que era, pues no había motivo para tal angustia o al menos eso creía, pasaron las dos primeras horas, el martirio a declinado por un momento; me paré en la puerta y como de costumbre fijé la mirada hacia la sala de profesores, todo se notaba tranquilo; al parecer yo era la única angustiada sin motivos y ahí estaba él, de piel morena, delgado pero con una pequeña barriga que causa impresión y risa, se encontraba acompañado de un estudiante; pero no de cualquier estudiante, se podía decir que era el mejor estudiante de todo el colegio; su conversación era fría y algo intimidante. Tocaron el timbre para regresar a clase, pero como cosa rara mi compañero “bueno” no se presentó y ahora si tenía motivos para preocuparme, pasaron las dos horas de clase y salimos a descanso y allí lo vi por última vez; se notaba raro y desesperado, observaba todo lo que lo rodeaba como queriendo ocultar algo. Luego me dirigí hacia el señor coordinador, pero no alcance a llegar, pues mientras lo hacia el celador llegó gritando:

--- ¡lo mataron, lo mataron, mataron a “malo”!---

Y como caballo desbocado corrió hacia al baño y efectivamente allí estaba lleno de sangre e inmóvil, fue doloroso no solo porque era un estudiante, además era su hijo; a pesar de su rebeldía y falta de afecto para con él, él lo amaba y el impacto fue tan grande que cayó desmayado en sus brazos, queriendo aferrarse a algo imposible, a algo vano que ya no existía, pero ¿Quién lo había matado? Era la pregunta modelo, nadie respondía, nadie lo sabía.

Vanessa Jiménez