viernes, 17 de mayo de 2013

EL REALISMO SUCIO EN URABÁ ESCRIBE

El viernes 17 de mayo, Ruth Cuesta nos trajo un cuento de uno de los proponentes más conocidos de la corriente de realismo sucio. El autor, Tobias Wolff; el cuento, La casa de al lado.

Me despierto asustado. Mi mujer está sentada en el borde de la cama, sacudiéndome.
—Ya están otra vez —dice.
Voy a la ventana. Todas sus luces están encendidas, en el piso de arriba y el de abajo, como si tuvieran dinero de sobra. Él se desgañita, ella le contesta algo a gritos, el perro ladra. Hay un breve silencio, luego llora el bebé, pobrecito.
—Será mejor que no te quedes ahí —dice mi mujer—. Te podrían ver.
—Voy a llamar a la policía —le informo, sabiendo que ella no me dejará.
—No llames —dice.
Tiene miedo de que envenenen a nuestro gato si nos quejamos.
En la casa de al lado el hombre todavía vocifera, pero no entiendo lo que dice por encima del perro y el bebé. La mujer se ríe, pero no lo hace de verdad —“¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!”—, y de pronto suelta un grito breve y agudo. Todo queda en silencio.
—Le ha pegado —dice mi mujer—. He tenido una sensación como si me hubiera pegado a mí.

Reconocemos la situación: ¿Quién no ha tenido un vecino desagradable? Pero en este cuento, a pesar de su título, el enfoque es la vida del narrador y su esposa, que resulta ser tan podrida como la de los vecinos. La manera en que Wolff nos demuestra esto es majistral. Como comentó uno de los talleristas, sin nunca decirlo directamente, el autor nos permite ver las contradicciones entre lo que dice o piensa el narrador y lo que se siente, y las tensiones entre los "mundos" de las dos casas. El lector hace la labor de distinguir la realidad entre las palabras.
Después escuchamos unos microcuentos de Leon Vallejo tomados su libro, Cuentos de malaleche. Entre otros, escuchamos el siguiente, Latifundio:


Cuando Jacinto se levantó esa mañana, no sabía qué había pasado en la esquina.
Por eso se puso las pantuflas y salió  a la calle como si nada.
Sólo cuando sintió entre los dedos de los pies esa sensación pegajosa y en la nariz el olor acre, se dio cuenta que estaba en presencia de un nuevo cadáver.
—¡Que vaina  —dijo levantando la pierna sobre el bulto y caminando en puntillas—  uno ya no puede aquí, ni comprar tranquilo las arepas… 

Siguió un texto anónimo, el alcalde, leído por Mark Vender:

—¡Levántese para que desayune! ¿O piensa quedarse en la cama sin hacer nada? —dijo en tono regañon Rosaura a Silvio Pelaez Pelaez, que con el ánimo aún destrozado, hacía ocio en la cama repasando mentalmente los detalles de la campaña política por la alcaldía de su municipio, en la región de Urabá, culminado ocho días atrás con una votación numerosa pero que solo alcanzó para dejarlo en segundo lugar, con las angustias y las deudas con proveedores y comerciantes de campaña que estaba ya solicitando el cierre de los compromisos económicos adquiridos.
—Yo se lo dije y le repetí muchas veces para convencerlo; pero claro como una es mujer no le paran bolas —encaró Rosaura como adivinando sus pensamientos.

Nos reímos mucho y escuchamos atentamente, intentando adivinar el autor. Interesante que el ex-alcalde de Apartadó, Mario Agudelo, asistió al taller esa noche, y salió justo después de escuchar los comentarios sobre este cuento. ¿Será de él? ¿O de otro tallerista? Pongan sus comentarios abajo...
Terminamos con un cuento de Yadira Vidal: Nuestro secreto.
Un día, llegaron a la casa unos elegantes señores, con zapatos muy limpios y trajes costosos, pidiendo hablar con mi padre. Como era la costumbre nos hicieron retirar de la sala. Estaba prohibido que los menores escucharan la conversación de los adultos, era signo de mala educación, bastaba una mirada de mamá y el mensaje era comprendido sin chistar.
Mi hermano mayor, siempre curioso, un tanto desobediente, decidió quedarse a escuchar cerca a la puerta, el misterioso diálogo.
—Caballero —dijo uno de los señores a mi padre. —Queremos alquilar parte de la casa, nos han dicho que su propiedad es la más adecuada para la empresa que queremos montar.
—¿Y de que empresa estaríamos hablando? —dijo papá.
—De una fábrica de chicles de menta.

Los comentarios eran muy positivas y parece ser que Yadira esta ganando unos fan con sus escritos. Felicitaciones a ella y a todos por la calidad de los textos presentados.
 

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